viernes, 17 de octubre de 2008

Sentarnos y abrir este cuento de no-hadas

- Vamos a llegar tarde - dijo ella en un arranque de responsabilidad excesiva -

- Faltan todavía diez minutos, esperate un poco - él sonrió con picardia, bromeando - ¿Y si nos picamos esa clase?

Se dedicaron una mirada cómplice y empezaron a bajar aquellas interminables escaleras. Tres pisos por debajo les esperaba la libertad del sol cálido golpeando sus mejillas. Siguieron caminando hacia delante, sin decir nada, alejándose del edificio principal, pero no hacia la salida del campus, sino hacia la parte de detrás, como si quisieran demostrar que no necesitaban alejarse para ser libres, como si quisieran hacer gala de su leve rebeldía. Los aspersores habían dejado de inundar el asfalto que rodeaba al césped hacía varias horas.

Empezaron a caminar ahora sobre el manto verde, él delante, aparentaba siempre más seguridad que ella, para todo. Ella le seguía mirando al suelo, no quería pisar ninguna de las margaritas que salpicaban el cesped de blanco, cada día que pasaba más sutilmente. Él se paró. Dejo la carpeta en el suelo, cargada de dibujos y de horas escuchando canciones mientras los pintaba. Se sentó y la miró desde allí, sonriendo.

- Venga, sientate chica, que se esta de putísima - golpeó un par de veces el suelo con la palma de la mano -

Ella se rio y se acomodó a su lado, apoyando sus cosas en el suelo. Después se dejó caer de espaldas sobre el césped mullido, quedando tumbada bocarriba, mirando al cielo. No le apetecía sacar las gafas de sol, asi que cerró los ojos.

- Aquí se está mejor que en clase, sin duda - dijo sin moverse, buscando un tema de conversación, tal vez buscando que él no la encontrase insegura o algo arrepentida por haberse saltado aquella clase -

Él se tumbó al igual que ella, pero más burdamente, apoyando su cabeza sobre sus brazos cruzados a la altura de la nuca, se puso a silbotear y decir alguna frase en inglés, seguramente de aquellas canciones maquinetas que escuchaba. Ella acariciaba el cesped con la palma de su mano, sintiendo aquel agradable cosquilleo.

- You can tell me that theres nobody else - canturreó el chico en voz baja -

- But I feel it - susurró ella abriendo los ojos y ladeando la cabeza para mirarle. Él le sonreía -

- You can tell me that you're home by yourself - dijo un poco más alto -

- But I see it - dijo de nuevo ella, esta vez riendo -

- Me la has pegado, la llevo escuchando dos dias - se rio - Me lias...me lias y me llevas por el mal camino...

Y allí estubieron, no una hora, sino tres..tal vez cuatro. Había demasiadas cosas que contar, demasiados momentos de los que desahogarse. Tal vez la vida les de a cada cual lo que se merece, todo se devuelve. Como Él siempre decía, lo importante es actuar sin hacer daño a los demás, esforzándote por ello, pues el esfuerzo lo es todo.


Ahora, esfuerzate por vivir feliz, porque te lo mereces

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