Se escuchaba desde la habitación el golpeo de las teclas, su vibrante compás. Abrí los ojos, seguí allí, tumbado en aquella cama, en aquella oscura habitación, adornada con aquellas polvorientas cortinas y aquellos muebles con carcoma.
Aparté las sábanas y me incorporé de aquel incómodo jergón. Me quedé sentado, intentando acomodar mis ojos a la oscuridad de la habitación.
Una rendija en la contraventana de madera dejaba, permisiva, penetrar a un tenue rayo de luz, que iluminaba con timidez aquel cuadro que adornaba con sencillez la habitación.
Me levanté de la cama, caminando a tientas hasta acercarme a él. Pasé mi dedo por el marco, despacio, sintiendo los adornos que estaban tallados en él.
La luz, caprichosa, iluminaba claramente el rostro de la figura que representaba el cuadro, el rostro de una mujer.
Alargué mi brazo hasta acariciar el óleo con mis dedos. Suave, la pintura era suave, como seguro lo era el rostro de aquella mujer.
Poco a poco seguí con el dedo cada forma del cuadro, como si siguiera la lectura de un apasionante libro. Esas alas blancas llamaron mi atención, asomando de la espalda de aquella mujer.
- Un Ángel...
Fue lo único que mis labios pudieron decir. Me dejé caer entonces de nuevo en el jergón, boca arriba, cerrando los ojos con fuerza.
Nunca podría verla ni conocerla, no existía, era un ángel.
Aquella incesante música continuaba penetrando en la habitación. El sonido de los pedales del piano contra la pared, las teclas siendo golpeadas con fuerza. La melodía era suave, sencilla, tan solo unos acordes repetitivos, no muy agudos, pero no graves en una tonalidad que pudiera hacerlos dramáticos o dolorosos. Tampoco evocaba a una situación feliz.
Seguía con los ojos cerrados, tratando de asociar un pensamiento, una imagen a aquellas notas.
Unos ojos llorosos, lágrimas...pero aquella no era una melodía triste.
Entonces, una pareja, mirándose. Entre ellos, lágrimas cómplices, tal vez una separación...no, un rencuentro. Lágrimas por haber conocido el deseo del otro, por haber encontrado la luz en el otro..
La música del piano cesó cuando todavía asomaba una sonrisa en mis labios. Abrí los ojos y abrí la puerta de aquella habitación caminando hacia la habitación del piano. Atravesé el pasillo y empujé lentamente la puerta, divisando poco a poco su interior.
El piano, negro, sus teclas. Una mano blanca como el marfil, una rosa roja en ella, siendo depositada con delicadeza sobre el piano. La puerta se iba abriendo poco a poco dejándome ver su vestido negro y su pelo castaño rizado, sus ojos marrones...sus labios...
...sus alas
sábado, 27 de septiembre de 2008
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1 comentario:
Lo sabes, me encanta. Representa tanto para mí, y creo que para ti...
Buscamos ángeles? *¬*
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