El sol rodeaba aquel ambiente perfecto, incidiendo sobre nuestros cuerpos, cálidamente. El suave viento mecía las flores de los almendros que salpicaban de preciosas tonalidades aquel paraje.
Sentir su mano acariciando la mía mientras caminábamos, me hacía sentir tan segura, tan feliz...la confianza que brota casi azorándose al darse cuenta de cuán necesaria es en nuestras vidas.
Pudieron pasar años o tan solo segundos, pero aquellos instantes pasaban a formar parte de un dulce conjunto de recuerdos en mi memoria. Hubiera dado todo cuanto tenía por asegurarme una vida a su lado, aquella vida que prometía el brillo de sus ojos, con una pizca de descaro cada vez que nuestras miradas se cruzaban.
Camino de la felicidad, con toques de cariño. Deseo de mortales por la eternidad de aquel sueño. Carrera hacia el horizonte. Temido, orgulloso, deseado...
Si mi pulso no temblase y corazón no se encogiera al recordar aquel momento, hubiera temido por no tener nada de lo que me hacía sentir viva. Si esos labios no me hubieran colmado de promesas silenciosas mientras rozaban los míos, mis ojos continuarían empañados de lágrimas.
Te amo, pero nunca será demasiado
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