sábado, 22 de noviembre de 2008

La dulzura de la tinta

Miras el papel con indignación. Ha sucedido de nuevo, lo que has escrito no te llena. Revuelves las ideas de un borrador, caóticas pautas de un escrito sin definir. Localizas aquella, la especial, la que te hizo partir en este viaje de creatividad literaria, la que no te dejaba dormir, la que ocupaba tu mente con una constancia que rozaba la exasperación.

Tus dedos, nerviosos, sujetan la pluma que tantas veces antes canalizaba tus ideas, plasmándolas en la blanca superficie de una historia que comienza. Comienza con el primer suspiro de necesidad. La necesidad de expresar cuanto recorre el aire en una inspiración mientras duermes. Lenta, suave, imprescindible como la angustia que no te deja sonreír.

Golpeas con los puños el apoyo que sustenta la tinta en forma de palabras negras sobre un claro fondo. Una lágrima de desazón inunda tus ojos y escapa de ellos cuando los cierras para olvidarte de todo. Encuentra su sitio sobre la palabra “dolor”, escrita en uno de los arrugados folios que reposan sobre la mesa. Aguada queda así la dulzura de la tinta que inunda una palabra tan amarga.

El empeño por no soltar aquella cuerda que te une a la inspiración de forma tan efímera te ciega y te impide avanzar. Descansa, piensa que tal vez ha de ser tu corazón el que se encoja por dentro y tiemble cuando tus sentimientos le colapsen de tal forma que el único modo de ser apaciguados es sujetar aquella pluma con decisión enloquecida. Las palabras brotarán entonces de ella con una fluidez que habías olvidado.

Entonces, sólo entonces, se apaciguaran esas ansias de dibujar con palabras un sentir desconocido.

No hay comentarios: