miércoles, 18 de febrero de 2009
Simplemente
martes, 23 de diciembre de 2008
No sabremos cuando
Se hicieron largos, eternos, pero surcaron velozmente sus pensamientos, tenía que ir allí. Coge el abrigo y sale corriendo, despeinada. No para de correr, apretando las mandíbulas para que no se escapen las lágrimas que inundan sus ojos. Todos aquellos años temiendo algo así, todos aquellos texto, denuncias a un sistema de gobierno atroz e innecesario, aquellas canciones de continuas críticas sociales.
Luces naranjas y sirenas que desgarraban el silencio en aquella plaza casi desierta. Solo algunas personas seguían en corro, como un cordón de seguridad humano que delimitaba la zona, como los cipreses de un cementerio bordea los cuerpos en descanso. Deja de correr, empuja, se abre paso. Sus ojos abiertos de par en par, contemplan los restos de lo que parece una batalla...una batalla absurda. “No es absurdo, no es algo que se pase con la edad. Es lo que quiero hacer y a eso voy a dedicar mi vida”. En su cabeza retumbaban aquellas palabras que se tornaban en rabia. Dos cuerpos agachados, envueltos en chalecos reflectantes asistían su cuerpo tirado en el suelo. Un policía intenta pararla, agarrándole por el hombro. En ese momento todo el dolor y la rabia se concentraron en sus ojos, clavados en los de aquel hombre. No necesitó tan siquiera forcejear, comenzó a caminan dejando que él mismo se diera cuenta que tenía que soltarla.
Se agachó junto a aquellos cuerpos anaranjados y miró el rostro ensangrentado del hombre. Tal vez aquellas voces lejanas que escuchaba trataban de calmarla, pero apenas les prestaba atención. Estaba vivo, inconsciente, con manchas rojas en la ropa que se intuían sobre el negro de sus ropas. Cuando pudo ver sus ojos abiertos ya llevaba horas sentada en una incomoda silla junto a su cama de hospital. Debía haber llevado a cabo aquel proyecto de fin de carrera en vez de la silla de ruedas inteligente, pero ya daba igual. Agachó su cabeza hasta acercarse a él, pero los ojos de ambos temblaban en llanto. Él susurraba algo, como una disculpa. Ella le respondió con un beso.
Se paró el tiempo. Tal vez, como él escribió tiempo atrás, fuera, en la calle coches incendiados y ruidos de sirenas alertaban del comienzo de un nuevo día.
viernes, 28 de noviembre de 2008
Inventa una historia cada despertar
No es necesario saber su camino, ni conocer cada linea humedecida sobre tu rostro, sino cuánto dura el instante en el que miro tus ojos mientras las lágrimas tintinean haciendo brillar tus pupilas en un temblor similar al de tus piernas cuando senties miedo al borde del precipicio. Escucha tu respiración cuando estás a punto de caer, porque esa mano que enjuga tus lágrimas, será la misma que te rodee y te impida caer
sábado, 22 de noviembre de 2008
La dulzura de la tinta
Tus dedos, nerviosos, sujetan la pluma que tantas veces antes canalizaba tus ideas, plasmándolas en la blanca superficie de una historia que comienza. Comienza con el primer suspiro de necesidad. La necesidad de expresar cuanto recorre el aire en una inspiración mientras duermes. Lenta, suave, imprescindible como la angustia que no te deja sonreír.
Golpeas con los puños el apoyo que sustenta la tinta en forma de palabras negras sobre un claro fondo. Una lágrima de desazón inunda tus ojos y escapa de ellos cuando los cierras para olvidarte de todo. Encuentra su sitio sobre la palabra “dolor”, escrita en uno de los arrugados folios que reposan sobre la mesa. Aguada queda así la dulzura de la tinta que inunda una palabra tan amarga.
El empeño por no soltar aquella cuerda que te une a la inspiración de forma tan efímera te ciega y te impide avanzar. Descansa, piensa que tal vez ha de ser tu corazón el que se encoja por dentro y tiemble cuando tus sentimientos le colapsen de tal forma que el único modo de ser apaciguados es sujetar aquella pluma con decisión enloquecida. Las palabras brotarán entonces de ella con una fluidez que habías olvidado.
Entonces, sólo entonces, se apaciguaran esas ansias de dibujar con palabras un sentir desconocido.
Carrera hacia el horizonte
El sol rodeaba aquel ambiente perfecto, incidiendo sobre nuestros cuerpos, cálidamente. El suave viento mecía las flores de los almendros que salpicaban de preciosas tonalidades aquel paraje.
Sentir su mano acariciando la mía mientras caminábamos, me hacía sentir tan segura, tan feliz...la confianza que brota casi azorándose al darse cuenta de cuán necesaria es en nuestras vidas.
Pudieron pasar años o tan solo segundos, pero aquellos instantes pasaban a formar parte de un dulce conjunto de recuerdos en mi memoria. Hubiera dado todo cuanto tenía por asegurarme una vida a su lado, aquella vida que prometía el brillo de sus ojos, con una pizca de descaro cada vez que nuestras miradas se cruzaban.
Camino de la felicidad, con toques de cariño. Deseo de mortales por la eternidad de aquel sueño. Carrera hacia el horizonte. Temido, orgulloso, deseado...
Si mi pulso no temblase y corazón no se encogiera al recordar aquel momento, hubiera temido por no tener nada de lo que me hacía sentir viva. Si esos labios no me hubieran colmado de promesas silenciosas mientras rozaban los míos, mis ojos continuarían empañados de lágrimas.
Te amo, pero nunca será demasiado
domingo, 16 de noviembre de 2008
Porque es dificil de explicar...
Entonces le doy vueltas y me propongo: "Poesía, letras, textos expresivos". Y solo consigo que el nudo del estomago que siento al estar lejos deti se acreciente y sea más doloroso. No puedo expresar todo lo que siento, pero al escribirlo mi mente se llena de los detalles más perfectos.
En un arranque casi desesperado por encontrar la manera susurro: "Música, melodias que le hagan vibrar el corazón". Pero no significan nada si no estoy acariciando esa piel que me hace sentir viva.
Finalmente concluyo, no abatida, sino esperanzada: "No hay otra manera de explicarte lo que siento más que regalándote mi propio sentir"
Te adoro
Papel suave como la seda
Aunque solo fuera una caricia, yo la convertiria en un poema susurrado al oído, un texto en papel de seda, una suave gota que se escapa del Nilo.
Aunque no pudiera pensar en nada más, renunciaria al resto, a lo conocido, a lo escrito. Pues cada minuto que vivo lo vivo para y contigo.
viernes, 17 de octubre de 2008
Sentarnos y abrir este cuento de no-hadas
- Faltan todavía diez minutos, esperate un poco - él sonrió con picardia, bromeando - ¿Y si nos picamos esa clase?
Se dedicaron una mirada cómplice y empezaron a bajar aquellas interminables escaleras. Tres pisos por debajo les esperaba la libertad del sol cálido golpeando sus mejillas. Siguieron caminando hacia delante, sin decir nada, alejándose del edificio principal, pero no hacia la salida del campus, sino hacia la parte de detrás, como si quisieran demostrar que no necesitaban alejarse para ser libres, como si quisieran hacer gala de su leve rebeldía. Los aspersores habían dejado de inundar el asfalto que rodeaba al césped hacía varias horas.
Empezaron a caminar ahora sobre el manto verde, él delante, aparentaba siempre más seguridad que ella, para todo. Ella le seguía mirando al suelo, no quería pisar ninguna de las margaritas que salpicaban el cesped de blanco, cada día que pasaba más sutilmente. Él se paró. Dejo la carpeta en el suelo, cargada de dibujos y de horas escuchando canciones mientras los pintaba. Se sentó y la miró desde allí, sonriendo.
- Venga, sientate chica, que se esta de putísima - golpeó un par de veces el suelo con la palma de la mano -
Ella se rio y se acomodó a su lado, apoyando sus cosas en el suelo. Después se dejó caer de espaldas sobre el césped mullido, quedando tumbada bocarriba, mirando al cielo. No le apetecía sacar las gafas de sol, asi que cerró los ojos.
- Aquí se está mejor que en clase, sin duda - dijo sin moverse, buscando un tema de conversación, tal vez buscando que él no la encontrase insegura o algo arrepentida por haberse saltado aquella clase -
Él se tumbó al igual que ella, pero más burdamente, apoyando su cabeza sobre sus brazos cruzados a la altura de la nuca, se puso a silbotear y decir alguna frase en inglés, seguramente de aquellas canciones maquinetas que escuchaba. Ella acariciaba el cesped con la palma de su mano, sintiendo aquel agradable cosquilleo.
- You can tell me that theres nobody else - canturreó el chico en voz baja -
- But I feel it - susurró ella abriendo los ojos y ladeando la cabeza para mirarle. Él le sonreía -
- You can tell me that you're home by yourself - dijo un poco más alto -
- But I see it - dijo de nuevo ella, esta vez riendo -
- Me la has pegado, la llevo escuchando dos dias - se rio - Me lias...me lias y me llevas por el mal camino...
Y allí estubieron, no una hora, sino tres..tal vez cuatro. Había demasiadas cosas que contar, demasiados momentos de los que desahogarse. Tal vez la vida les de a cada cual lo que se merece, todo se devuelve. Como Él siempre decía, lo importante es actuar sin hacer daño a los demás, esforzándote por ello, pues el esfuerzo lo es todo.
Ahora, esfuerzate por vivir feliz, porque te lo mereces
martes, 30 de septiembre de 2008
Afortunadamente, no era un sueño
acaricié lentamente su espalda, hasta llegar a su cintura, para estirar el brazo y rodearle, apoyando mi mano a la altura de su ombligo. Me pegué a él y besé su hombro, no sin antes dejar que un suspiro brotase de mis labios. Despacio, me moví sobre la superficie suave de sábanas blancas, hasta que mis labios hubieran podido besar su cuello.
- Buenos dias, cielo
fué entonces cuando él se movio, lentamente se desperezaba. Se dio la vuelta, sonriendo, hasta que sus labios casi me besaban. Afortunadamente sentía su cálido aliento en mi piel, me estremecí para abrazarle con fuerza. No era un sueño, yo le quería...el me amaba.
lunes, 29 de septiembre de 2008
Mi sueño de piedra y mármol
"¡Tienes la cabeza llena de cuervos!" - Repetía cada vez que volvía a la tantas de la madrugada a casa. Pero a mi me daba igual.
Era la noche perfecta. Hacía media hora que había salido de mi casa, pero vivía lejos del lugar pero era lo de menos, tenía toda la noche por delante. Toda la noche para contemplar los magníficos y eternos versos grabados en frío marmol como único recuerdo de aquellos que allí se encontraban.
Tal vez era la luna, su reflejo perfecto en la pulida piedra de los monumentos funerarios que se encontraban en medio del cementerio. Tal vez eran los enormes y oscuros cipreses que bordeaban el lugar. Tal vez el pulcro e inquietante silencio que lo hacía único...Pero en aque lugar lleno de soledad y pena yo me sentía viva.
Podía sentarme a reflexionar, a escuchar los latidos de mi corazón, a escribir, a perder el miedo a algo que llegaría tarde o temprano para mi. Saqué mi reproductor de música y elegí aquella canción, la de los violines. Mientras, miraba como los pétalos de una rosa que había sido roja se iban oscureciendo poco a poco con el paso de los días, ahora eran casi negros...
No lo recuerdo, pero tal vez fue en aquel instante cuando me percaté de aquella escultura asomando vergonzosa entre las sombras...
La luna, los violines, el silencio, los cipreses, los petalos marchitos...todo era muerte mas yo seguía viva
Te lo dedico Alex, pero me he inspirado en algo que me ha dicho Eris para escribirlo, asi que algo también va para ella